quinta-feira, março 24, 2005

Con Saudade de Antonio Sardinha … (de Vita et Moribus)

Antonio Sardinha, como esas estrellas que se apagaron hace miles de años y siguen enviándonos su luz, nos da todavía destellos de su inteligencia y aromas de su sensibilidad. De la colección de obras que editan el Dr. Hipólito Raposo y algún otro amigo del maestro, acaba de aparecer De Vita et Moribus, fragante colección de crónicas y ensayos, inéditos unos, publicados en diarios y revistas otros, y palpitantes todos de la gran emoción nacional-tradicionalista, en que el poeta de Chuva da tarde, el pensador de Na feira dos mitos y el historiador de A Aliança Peninsular, ha sabido impregnar toda su obra gigantesca y ardorosa.
No vamos a describir a nuestros lectores la personalidad de Antonio Sardinha, de sobra conocida por su leal y valerosa hispanofilia, al par que sus excepcionales méritos de escritor. Una ojeada por las páginas de su De Vita et Moribus impondría al lector que jamás se hubiese enfrentado con la palabra escrita de este portugués enamorado de su patria y de sus gloriosas epopeyas, del vario talento del ilustre escolar formado en Coimbra en las disciplinas liberales y democráticas y escapado pronto hacia los climas más fecundos de la autoridad, del orden, de la permanencia ...
Antonio Sardinha fue, vivo, el mentor de la juventud universitaria portuguesa, y muerto, sigue siendo el faro de los jóvenes y el guía de las generaciones de intelectuales que se han sucedido en los tres lustros pasados.
Hay páginas en la última obra editada de Sardinha que fueron escritas en 1913 otras en 1924, días antes de su prematura muerte. La unidad política, la unidad sentimental de esta y de todas sus obras es inaudita, sin embargo de abarcar un plazo que, aunque breve pues Sardinha murió a los treinta y siete años, fue violento por la lucha en el interior de su patria, y por la gran guerra europea que hizo estremecer las opiniones y las creencias más sólidamente ancladas. La evolución fue rápida, como queda dicho, y después el camino, tortuoso para tantos, fue para él llano y florido. Lo recorrió lleno de ímpetus levantados; lo jalonó con la generosidad del fundador, repleto de visiones certeras.
El libro que comentamos tiene fragmentos tan llenos de poesía, tan doloridos de saudade, como Natal do exilio, impresión de la Nochebuena madrileña del destierro, en 1919 ó en 1920; y, otros tan finos como O casamento de meus avós, en que los padres de los contrayentes, los bisabuelos del autor, el uno miguelista calenturiento y liberal furioso el otro, se reconcilian en la sacristía de la iglesia, ante la pregunta indiscreta y jovial de uno de los testigos: «¿Quién tendrá al cabo razón, señor José da Silva, usted o su consuegro?» «La respuesta –contesta el reaccionario dando una enérgica y cariñosa palmada en el hombro al azarado liberal– nos la darán los que nazcan de esta boda.» Y, afirma Sardinha, lleno de una deliciosa ironía en que apunta su fe de misionero: «Tardó un poco la respuesta, pero llegó al fin en la persona de un biznieto de ambos. En verdad, quien tenía razón era mi bisabuelo, José da Silva Lobâo Telo, capitán de Voluntarios Realistas y convenido de Evora-Monte.»
La pluma de poeta de Antonio Sardinha le permite escribir en ese delicioso cuadro que se llama Monsenhor: «Subía al terrado en la hora mansa del crepúsculo, con el breviario abierto en la lección del Salmista y ya con la catedral llevada en triunfo por los fulgores del sol que moría. Muy apretada en el color ceniciento de los muros, la ciudad imprimía en la sombra creciente el cuño nobilísimo de su perfil militar. Allá en la lejanía, las serranías de España recordaban vagamente en el advenimiento de la noche una nube posada en la extrema línea del horizonte.» Es su Elvas natal, con su acueducto «que galopa en la llanura», con su catedral manuelina, con su vista del remoto Badajoz, en el paisaje enneblinado. Allí vivió, amó y laboró Antonio Sardinha. Todo español amante de la tradición de nuestra patria debe ver en esa villa fronteriza portuguesa uno de los santuarios de nuestro rescate.
[Conde de Santibañez del Río, Fernando Gallego de Chaves y Calleja]
Sacado de la Revista Acción Española (tomo I, número 1, 15 de Diciembre de 1931)

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