sábado, agosto 12, 2006

Los cambios del Misal de Juan XXIII

(Respuesta abierta a Waugh 1)


… “¿En qué consistieron los cambios en el misal que realizó Juan XXIII?. ¿Fue un anticipo de las reformas postconciliares o solamente leves retoques?”

Waugh


Querido Waugh:

Preguntabas en un comentario anterior tuyo cuáles eran los cambios del Misal de Juan XXIII. Ni JSarto ni yo somos liturgistas, pero ayudados de un buen Sacerdote, nuestro “canonista y liturgista de cabecera”, y gran amigo de esta modesta Casa de Sarto, hemos recabado información con la que hemos confeccionado esta entrada.
Para empezar hay que señalar que la reforma de Juan XXIII (acontecida en 1962) es de hecho la reforma de Pío XII, pues la mayoría de estos cambios se habían preparado durante el Pontificado de Pío XII aunque se promulgaran bajo Juan XXIII. Más aún, la aciaga Semana Santa de 1955, bajo Pío XII, contempló cambios que prefiguraban otros después y que ahora pasamos a explicar.
Sin ánimo de ser exhaustivos digamos el que el Calendario Litúrgico sufrió algunas disminuciones de Octavas. De facto lo que acontece es una simplificación, una modificación de las clases de Fiestas. Hay una preponderancia dada al Temporal sobre el Santoral.
En el plano litúrgico más propiamente dicho hay supresión de conmemoraciones que solían ser dos después de la Colecta de la Santa Misa. También merece señalarse que el Sacerdote en la Misa Cantada ya no dice en voz baja ni la Epístola ni el Evangelio, que son cantados por los ministros. Otro cambio que acontece es la supresión del Confiteor-Misereatur-Indulgentiam antes de la Comunión, aunque hay cierta tendencia a no seguir completamente esta modificación en buena parte de las Misas Tridentinas hoy día, que mayoritariamente siguen el Misal de Juan XXIII. Hay, también, una supresión de las oraciones al pie del altar (las de León XIII) en las ocasiones en que hay una función precedente, como una Procesión, por ejemplo. Se trae el tema del mantel al Altar también.
En el plano ornamental hay supresión de las planetas plegadas y una sustitución de las mismas por las dalmáticas. El bonete del Sacerdote ya no es obligatorio, sino sólo aconsejable. En la liturgia del Viernes Santo se suprime el manípulo. También en la Semana Santa se cambia el color litúrgico negro por el morado (el centro vira de la muerte de Nuestro Señor a un eje más penitencial, por tanto más antropocéntrico). También la Procesión del Santísimo cambia, pues ya no es necesario el palio, sino que puede ser hecha con el Santísimo (que con el Misal de Juan XXIII puede ser llevado por el Diácono) precedido de dos velas.
He mencionado los cambios que acontecen en la Liturgia de la Semana Santa a partir de 1955. Entre ellos están la supresión del Asperges el Domingo de Ramos, la bendición de los ramos cara al pueblo en una mesita, la oración del final de la procesión de cara al pueblo en el altar, la supresión del Último Evangelio y la supresión de las oraciones al pie del altar. Durante la Semana Santa las lecturas de la Pasión se vieron recortadas, salvo el Viernes Santo. El Jueves Santo se altera el lavatorio o mandatum durante la Misa y hay una supresión del Último Evangelio. Las modificaciones de la Liturgia durante el Viernes Santo son quizás las más conocidas. Hay una supresión absoluta de la llamada Misa de Presantificados y una sustitución de la misma por un rito extraño a lo anterior, forjado de varias partes que parecen desconectadas entre ellas. Hay incluso un pequeño desquiciamiento en la ejecución porque el celebrante está sentado mientras las lecciones, coro, etc., siguen con su propio tempo. El Padre Nuestro está en el Misal de Juan XXIII dicho por todos. En la Liturgia del Sábado Santo también hay modificaciones importantes en las que no vamos a extendernos por no alargar demasiado esta respuesta.
Quizás el cambio más famoso es la supresión de la oración “pro perfidia Judaeorum”, frase ésta que ha de ser entendida teológicamente.
Sin querer ser exhaustivos empiezan a insinuarse ciertos cambios que aparecen en la Santa Misa, como el hecho de que a partir del Padre Nuestro todo se dice en voz alta.
En realidad las modificaciones en el Misal de Juan XXIII hacen que el rito sea un poquito menos coherente, un poco más “antropocéntrico” en razón de esa mayor participación del pueblo. Son cambios menores, molestos quizás, pero ninguno drástico y que en rigor no se puede decir que en modo alguno alteren la esencia de la Misa. Lo grave es que insinúan ya alguno de los cambios de la Nueva Misa; cambios, en definitiva, que acostumbran a los fieles y al clero a la reforma por venir (cara al pueblo, lectores seglares, lengua vulgar …). Fueron, respondiendo específicamente a su pregunta, leves retoques que anticipaban las reformas conciliares y postconciliares.
Dado que, en rigor, estos cambios no alteran sustancialmente la Santa Misa, y Roma implementó dicho Misal, creo que uno debe aceptarlo. Sería una reforma que no fue buena, pero tampoco fue mala. Con todo ahí están los datos. Y debemos reflexionar que el modernismo se llevaba ya insinuando, incluso en lo litúrgico, mucho antes del Vaticano II, como del mismo modo el ataque desde dentro de la Iglesia es innegable desde la época de Lammenais y el movimiento Le Sillon e incluso existen datos para datarlo, cuando menos, trescientos años atrás.
Puedes encontrar en inglés un cuadro comparativo a dos columnas entre el Misal de San Pío X y el de Juan XXIII que no tiene desperdicio. Existen algunos excelentes artículos en el internet que te recomendamos vivamente, como éste que enlazamos aquí, escrito por Monseñor Gromier, un canonista de los de antes con buena dosis de testosterona, quien fuera el Maestro de Ceremonias del Papa Pío XII. De este excelente trabajo existe también una versión francesa.
Cuando tenga un poco de tiempo más adelante quizás trate de explicar, desde mi punto de vista, por qué la Tradición en España está tan mal organizada, que era tu segunda pregunta.
Te ruego, por favor, que tengas a bien tener en tus oraciones a A Casa de Sarto y a todos quienes de una manera u otra colaboran y cooperan con ella.
Entretanto recibe un cordial saludo en Cristo Rey y María Reina,

Rafael Castela Santos

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