quinta-feira, outubro 12, 2006

La Fiesta de la Raza o la Hispanidad, según el Cardenal Gomá

Como apostilla al texto de O Corcunda donde hablaba de la esencia portuguesa de Cabo Verde o Santo Tomé, y cuyos presupuestos básicos comparto enteramente, se me vino a la cabeza una vieja lectura del insigne Cardenal Gomá. En este texto pivotaba el Príncipe catalán de la Iglesia sobre Ramiro de Maeztu para poder llegar a una comprensión cabal y sensata del entendimiento del 12 de Octubre, Festividad de Nuestra Señora del Pilar, pero también Fiesta de la Hispanidad o –como se le conoce en América- Fiesta de la Raza. No deja de ser edificante la concepción que de raza, raza espiritual (raza cósmica, a decir de Vasconcelos) que el antiguo Arzobispo de Toledo y Primado de España, Don Isidre Gomá, sostenía.
Porque es esta raza y esta obra espiritual el genio de la Hispanidad, tanto en su vertiente lusa como en su vertiente castellano-aragonesa. Y no de otra manera podrían España y Portugal celebrar este 12 de Octubre, día en que se celebra la Fiesta de la Virgen del Pilar, día que marca la evangelización de esta Hispania grande que los misioneros portugueses y españoles continuaron luego por todo el orbe. Día, también, de la Hispanidad. Porque, por más que quieran unos y otros, algo nos une desde Colorado y aún más al norte de los Estados Unidos hasta Tierra de Fuego, desde Angola a Filipinas, de Goa a Guinea Ecuatorial, de Mozambique hasta todos los Portugales y Españas que en el mundo son. Y ese algo, ese Alguien, es Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre: Sacerdote, Profeta y Rey. Y ese otro Alguien es su Santísima Madre, pues tierras no marianas sino marianísimas son las Madres Patrias que reciben por primera vez en la historia de manera milagrosa a Nuestra Señora en el Pilar en Zaragoza y en Fátima en el acontecimiento más importante del siglo XX.
Las Patrias hispanas de Europa, América, Asia y África sufren ahora dolores innúmeros. Es más que la crisis económica que nos azota. Es más que el desastre político que nos flagela. Es la falta de sustancia por nuestra dejación y nuestro abandono de lo que es nuestra esencia, que no es otra que Cristo y su Iglesia.
Recemos a Dios Nuestro Señor para que España y Portugal vuelvan a ser eso: “luz de Trento, martillo de herejes”, espada de la Cristiandad, naciones misioneras en pos del Reinado Social de Nuestro Señor Jesucristo a través del Inmaculado Corazón de María.
El texto completo puede encontrarse aquí.

“[…] La raza, dice Maeztu, no se define ni por el color de la piel ni por la estatura ni por los caracteres anatómicos del cuerpo. Ni se contiene en unos límites geográficos ni en un nivel determinado sobre el mar. La raza no es la nación, que expresa una comunidad regida por una forma de gobierno y por unas leyes; ni es la Patria, que dice una especie de paternidad, de sangre, de lugar, de instituciones, de historia. La raza, decimos apuntando al ídolo del racismo moderno, no es un tipo biológico definido por la soberbia propia y por el desdén a las otras razas, depurado por la selección y la higiene, con destinos trascendentales sobre todas las demás razas.
La raza, la Hispanidad, es algo espiritual que transciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de nación y Patria. Si la noción de catolicidad pudiese reducirse en su ámbito y aplicarse sin peligro a una institución histórica que no fuera el catolicismo, diríamos que la Hispanidad importa cierta catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de razas. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso, el catolicismo en nuestro caso, por el que entroncamos en el catolicismo católico, si así puede decirse, y los otros factores meramente humanos, la tradición, la cultura, el temperamento colectivo, la historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la historia universal.
Entendida así la Hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran la Hispanidad. Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y a otras naciones y a otras tierras y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida y la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras tierras y razas, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado y lo ha hecho semejante a sí. Así entendemos la raza y la Hispanidad.
En el cielo, dice el Apocalipsis, gentes de toda nación y toda raza bendicen a Dios con este himno: ‘Nos redimiste, Señor, con tu sangre, de toda nación, y has hecho de todos un solo reino.’ Alejando toda profanidad en la aplicación, ¿por qué todas las gentes de Hispanoamérica no podrían bendecir a la madre España y decirla: ‘Señora, nos sacaste un día de la idolatría y la barbarie y nos imprimiste una semejanza tuya, que aún perdura después de más de cuatro siglos? Somos la Hispanidad, Señora, porque si no formamos un reino único de orden político, pero tenemos idéntico espíritu, y ese espíritu es el que nos une y nos señala una ruta a seguir en la historia.’
Así queda definido el problema de la Hispanidad en su fórmula espiritual, y queda al mismo tiempo resuelta la dificultad que podría ofrecerse por la enorme diferencia de tipos biológicos, de cultura, de lengua, que nos ofrecen estas Américas, hasta reduciéndolas al tipo latino o hispano.
Y así definida la Hispanidad, yo digo que es una tentación y un deber, para los españoles y americanos, acometer la hispanización de la América latina. Tentación, en el buen sentido, porque todo ser apetece su engrandecimiento, y América y España se brindan mutuamente, más que otros países del mundo, muchos horizontes hacia donde expansionarse. Deber, porque lo hemos contraído ante nuestra propia historia, que nos impone la obligación moral de la continuidad, so pena de errar la ruta de nuestros destinos. Hemos hecho lo más; nos queda por hacer lo menos. Hemos conquistado y colonizado y convivido en español; hemos de reconquistar nuestro propio espíritu, que va desvaneciéndose en América.”

Isidro Cardenal Gomá, Primado de España

(RCS)

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