sábado, dezembro 16, 2006

Monarquía Tradicional

No sé qué tal se le da el italiano a mi amigo O Corcunda, pero recomiendo vivamente a todos nuestros lectores (y a él también, pues sé que nos lee) esta versión electrónica de La Monarquía Tradicional del Profesor Francisco Elías de Tejada, tristemente inencontrable en el internet en castellano, pero sí afortunadamente en italiano. Elías de Tejada es uno de los grandes pensadores carlistas y que enfocó la filosofía política desde una óptica católica y tomista sin par. Quedan ahí expuestos muchos factores, desde los deberes y atribuciones del Rey, pasando por los fueros, el orden institucional, etc.
He seguido con dolor y estupefacción las vicisitudes de Dom Duarte en estas últimas semanas, donde creo que el legítimo aspirante a la Corona portuguesa ha despreciado la legitimidad de ejercicio y ha hecho gala (y compañía) de tonterías (y tontos) inexplicables. Lean, repasen, por favor, las cinco entradas sensatas y cabales de Simão dos Reis Agostinho sobre ese particular que acabo de enlazar (miren en el mes de Noviembre de su bitácora). Y las no menos vicisitudes de la Corona española, a la que el Frente Popular nacionalista-socialista se la tiene jurada. Nos ratificamos, empero, que sin legitimidad de ejercicio la Corona se vacía de significado y contenido y en el caso de la Corona española, de “Su Católica Majestad” (sic), personalmente creo que tiene los días contados. Ojalá me equivoque pero Doña Leonor, la hija de Don Felipe y Doña Leticia, no parece que llegará al Trono.
No puedo sino copiar las bellísimas palabras de Henrique Barrilaro Ruas sobre la esencia y deberes de la Monarquía, loable contrapunto al trabajo del Elías de Tejada. Palabras que dejan claro el íntimo nexo que debe existir entre el Rey y Dios. Palabras que insisten que el puesto del Rey es el de servir a los humildes, no el de hacer la sopa gorda a los poderosos de este mundo:

“Eis, pois, El-Rei duplamente cativo do Poder. Para longe a roupagem fulgurante! Para longe a própria natureza, exigente, em humana medida, de humanas ambições... Como a água cantante que jaz cativa, porque há-de servir para sinal de Deus; como o cordeiro que Abel sacrificou; como o pão e o vinho de Melquisedec – esse homem foi distinguido dos outros, para ser, fora de si mesmo, numa esfera que não é a sua, o senhor de todos: incluindo em todos aquele que ele próprio é. Deus o cativou; a História o conserva cativo. Um vínculo, uma servidão originária, que por geração se transmite como o pecado de Adão, faz de El-Rei o homem mais despido de aparatos, companheiro da pobreza, exilado de si mesmo... Para cumprir.”

Más les valdría a estos reyes y aspirantes a tronos el sentarse sobre el edificio que hizo posible la Cristiandad: la Monarquía Tradicional.
Porque si la sal no sala …

Rafael Castela Santos

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