domingo, abril 13, 2008

Sobre Obispos, nacionalismo vasco, mentiras y otras cintas de video

Sigue sorprendiéndome que en sectores católicos portugueses haya quien se alegre de todo lo que sean éxitos del nacionalismo vasco y catalán. Si son verdaderos católicos tendrán que constatar lo obvio: que es precisamente en las regiones españolas más afligidas por el nacionalismo es precisamente donde la práctica religiosa ha decaído más.
En Cataluña, por ejemplo, ya no llega ni al 4 % la cifra de católicos practicantes, siendo ya el porcentaje de musulmanes practicantes superior a la de los católicos. Las Vascongadas, junto con Navarra, tenían a honra el ser las regiones españolas de mayor intensidad vocacional de toda España. Vaya un dato: en los tiempos anteriores al Vaticano II de cada tres Sacerdotes españoles prácticamente uno era vasco o navarro. Hoy día los Seminarios en el País Vasco están cerrados o, de facto, a punto de cerrar.
Esto debe ser entendido desde dos perspectivas. La primera, sociológica, por la cual el nacionalismo se constituye como un sustituto de la religión. Esto se ver muy bien en los aspectos mesiánicos del nacionalismo. La segunda, religiosa-filosófica, por la cual se invierte el orden justo de las cosas: se pone la adscripción a una tierra, a una raza o lo que sea, por encima de Dios.
Que piensen esto socratistas de medio pelo, adictos empedernidos al cannabis, franconogueiristas cerriles, iberistas taimados, áulicos del Anticristo, tuercebotas cosmopolitistas, mamporreros del Nuevo Orden o los habituales descerebrados neopaganos y demás ralea se puede comprender. Que lo hagan católicos, con desprecio al bien último y mayor de la Santa Madre Iglesia sólo se puede entender desde el odio (disfrazado de visceralismo, resentimiento, envidia, iniquidad o lo que sea). Y el odio es incompatible con ser católico. Es más, para el católico el bien de la Iglesia es el bien mayor. ¿De qué otra forma se entenderían si no los sufrimientos de la Santa Sede cada vez que han visto a países católicos enfrentarse entre sí mismos?
No se pierdan, por favor, el excelente análisis que Pedro Fernández Barbadillo nos hace del nuevo nombramiento del Padre Mario Izeta Gabikagogeaskoa como Obispo de Bilbao en breve. Vasco hasta la médula él mismo ha sufrido las iras nacionalistas por no estar de acuerdo con ellos y fue forzado a abandonar su tierra natal por esta causa. Roma, como nos dice Fernández Barbadillo (otro animal de blogosfera con su siempre provocador y polémico Bokabulario), está harta del clero nacionalista vasco que ha dividido al Cuerpo Místico de Cristo en el País Vasco. Soplan vientos mejores, y más cabales, en Roma. Y católicos vascos no nacionalistas, como Pedro Fernández Barbadillo, son mártires secos (por cierto, que mártir significa testigo) con su persecución privada y pública de este problema.
Aún recuerdo como el Obispo Setién, canalla defensor de etarras y terroristas, trató de manera displicente a una paralítica cerebral en una peregrinación organizada por la Diócesis de San Sebastián al Santuario de Lourdes por el mero hecho de que sus padres “no eran vascos”, sino de Salamanca. Hay puñaladas que nunca se olvidan. ¿Llamamos a esto ejemplo evangélico?
Claro que en la misma Universidad Pontificia de Salamanca, que otrora fuera cátedra de los Santiago Ramírez, Victorino Rodríguez, PP. Nácar y Colunga, etc., y lamentablemente en los tiempos de hierro posteriores al Vaticano II fue ocupada por sujetos del calibre de ese tal Setién, tan teñida hoy día de kantianismos y liberacionismos, no pueden ver al filoliberacionista Setién ni en pintura. Ya no sólo por sus ideas sino porque, como lo describió un insigne y comedido Profesor de la Pontificia –quien tuvo que sufrir en los años 70 a Setién- en una histórica cafetería de la Plaza Mayor, “es un sujeto humanamente despreciable”. Sea como fuere Setién es el paradigma del clero nacionalista vasco. Por sus frutos los conoceréis.
Añado, como nota a pie de página, que en esta humilde Casa de Sarto ya se dieron algunas pinceladas sobre la naturaleza anticatólica del nacionalismo vasco, incluso del autodenominado de centro-derecha, y también sobre el odio y el error como claves fundacionales del nacionalismo.

Rafael Castela Santos

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