quarta-feira, março 07, 2012

De los polvos de la injusticia social vienen los lodos de las guerras

Está claro que Miles y un servidor sentimos debilidad por algunos autores. Leonardo Castellani entre los ya clásicos, aunque sean contemporáneos. Y, entre los vivos, Juan Manuel de Prada. No sólo Juan Manuel de Prada, escritor consagrado y uno de los Premios Planeta –uno de los galardones literarios más prestigiosos del mundo hispánico-, ha sido un gran divulgador del Padre Castellani, sino que –al igual que yo- sí cree que el distributismo (como solución económica) es posible. Es más, Juan Manuel, con cuya amistad me honro, piensa que el distributismo sería una buena avenida de solución a la crisis que nos aflige.
El problema de esta crisis económica es metaeconómico. No sólo en sus raíces, sino en sus consecuencias. En sus raíces –aparte de la manipulación y la artificialidad de la misma en buena causa- están unos graves problemas políticos de génesis espiritual. Y entre sus consecuencias está la gravísima injusticia social que genera.
En el siglo XIX la Desamortización supuso la expropiación de muchísimos bienes eclesiásticos y de los Ayuntamientos en España. Aquellas propiedades eran el sustento de muchos pobres que, de esta manera, no caían en la miseria. La Desamortización creó una clase de nuevos ricos que expoliaron y machacaron a las clases populares. De aquella situación económica horrorosa se generó una injusticia social que culminó en la Cruzada de 1936, vulgo Guerra Civil. Dígase lo que se diga, lo mejor de Franco fue la elevación a la clase media de enormes capas de sectores populares, restaurando así mucho de aquella perdida justicia social. Quién sabe si la gravísima injusticia social de hoy día, donde nunca hubo tan pocos que poseyeran tanto, no devendrá aún en cosas peores.
De eso habla Juan Manuel de Prada en un artículo reciente cuya fuente original encontramos aquí. Artículo que él titula “Fariseísmo” porque, en el fondo, late el fariseísmo –pecado acérrimo donde los haya- tras la injusticia social –sin olvidarnos que pagar el justo salario al obrero es uno de esos pecados que clama venganza al Cielo-.
Pero infinitamente mejor sus palabras que las mías, que penetran en muchos entresijos espirituales que nos deberían hacer reflexionar profundamente. Con ellas les dejo.

Rafael Castela Santos


“En un artículo clarividente titulado «Sobre tres modos católicos de ver la guerra española», publicado en 1937, Leonardo Castellani —haciendo gala, una vez más, de esa libertad intelectual que procura la fe, cuando es verdadera— empieza ofreciendo una «visión humana» de nuestra Guerra Civil, declarándose partidario de Franco: «La pura y simple humanidad del hombre le impone que, al ver dos riñendo, desee que uno gane, aunque no sea sino por amor de la paz o de las situaciones claras; y que no gane el peor». Pero a Castellani no le basta con esta mera «visión humana»; y lanza a continuación una «visión filosófica» que «considere también lo que hubo antes y lo que vendrá después, sacando consecuencias y enseñanzas». Y aquí Castellani afirma que «esta guerra tiene por lo menos una de sus raíces en la injusticia social»; y añade: «Toda esa sangre de cristianas venas (porque también marxistas españoles tienen sangre —y quizá algunos alma— de bautizados) ha sido reclamada ante Dios por una gran pirámide de pecados previos contra el pobre, de pecados contra el hermano, de pecados contra el débil, de pecados contra el niño, de pecados contra Dios. De pecados desos que dice la Escritura claman al cielo. Y no me parece imposible que en esa mole de pecados que ahora se lava en sangre estuviesen también representados algunos de los que ahora más vociferan. Este señalamiento de los pecados contra la justicia social —pecados que claman al cielo— como una de las raíces de la Guerra Civil me parece admirable, viniendo de alguien que no muestra rebozo alguno en proclamarse partidario de Franco. Pero aún Castellani ahonda más; y nos ofrece una tercera «visión teológica» de la guerra, preguntándose «por qué una parte del admirable pueblo español se puso de golpe a odiar a Dios, es decir los sacerdotes, monjas, templos, cálices, crucifijos, imágenes; las imágenes terrenas de Dios».
No basta, a juicio de Castellani, con decir que «los rusos se lo enseñaron», ni siquiera con añadir que a los rusos se lo enseñó Satán. «¿Quién soltó a Satán?», se pregunta Castellani. Y entre las causas que soltaron a Satán, Castellani menciona una enfermedad de la fe: el fariseísmo, una «esclerotización de lo religioso» o «traspaso de la mística en política», que acaba convirtiéndose en «odiosa y criminosa hipocresía, mezcla de orgullo, ambición, avaricia, mentira, impiedad y dureza, con infinidad de grados medios: aulicismo, curialismo, clericalismo, ritualismo, fachadismo o religión de aparato, ambicioncilla, intriguilla eclesiástica, etcétera». El odio al fariseísmo, nos recuerda Castellani, fue empresa personal que Cristo cargó sobre sus espaldas, a sabiendas de que le costaría la vida, sin desdeñar la invectiva —raza de víboras, sepulcros blanqueados— y la fusta; y tiene que ser empresa que prosiga la Iglesia, «poniendo la misericordia y la justicia por encima de las ceremonias», para mantener vivo el corazón de la religiosidad, para no favorecer ese odio a Dios que en los años de la Guerra Civil alcanzó cúspides de inhumanidad y bestialismo.
En este combate contra el fariseísmo la Iglesia se juega mucho; sobre todo en épocas como la nuestra, en que la injusticia social —pecado que clama al cielo— vuelve a campar por sus fueros. De esta preocupación nos dio ejemplo Juan Pablo II, con obras tan preclaras como la encíclica Laborem exercens, de cuya proclamación acaban de cumplirse treinta años. Sorprende que no se haya aprovechado este aniversario para refrescar las inequívocas enseñanzas de justicia social que en dicha encíclica se contienen; y es que el veneno sutil del fariseísmo sigue haciendo de las suyas.”

Juan Manuel de Prada

1 comentários:

Miles disse...

Aos nossos leitores convirá esclarecer que a desamortização espanhola referida pelo Rafael tem exacto equivalente em Portugal, e iguais gravosas consequências sociais (por exemplo, a aparição da grande propriedade fundiária no Sul do país…), na nacionalização dos bens eclesiásticos efectuada pelos devoristas liberais no rescaldo da guerra civil de 1830-1834, em que estes com o decisivo auxílio estrangeiro (do capital apátrida de Mendizabal e de tropas de mercenários recrutadas em Inglanterra) conseguiram usurpar o trono ao legítimo Rei de Portugal, D. Miguel I de Bragança.