quarta-feira, novembro 01, 2006

El origen semítico de las runas

La bitácora de A Casa de Sarto está abierta no sólo a los “invitados” que traemos porque consideramos que lo que dicen es interesante, y parte de la estrategia bloguística es filtrar y apuntar hacia aquellos textos o trabajos que realmente merecen la pena. También está abierta a aquellas personas y amigos que aportan nueva savia y nuevas ideas. Hemos tenido en tiempos al Padre José María Mestre, exponiéndonos algunas objecciones al pensamiento escatológico del Padre Castellani. Hemos tenido a Lucía de Erausquin, hablándonos de Chesterton. Hemos tenido, incluso tras su muerte, a Jacobo San Miguel, de quien reprodujimos parte de su correspondencia.
Hoy quiero hacer de introductor de embajadores para con Guillermo Pérez Galicia, un joven Licenciado en Filología Clásica, conocedor también de lenguas antiguas como el ayurvédico entre otras. Guillermo, con cuya amistad nos preciamos, me llamó la atención hace unos meses sobre una tontería, una más, de los neopaganos. Neopaganos que en la mayor parte de los casos son en rigor apóstatas, y nada más. Neopaganos que suelen exhibir un antisemitismo tan visceral como yerrado, tan estúpido como inconsistente. Neopaganos que hacen de no sé qué historias prefabricadas y amañadas una mitología hiperbórea escrita en lenguaje rúnico. Y también a todos esos nazis, también perseguidores de católicos y judíos –entre otros-, que creían que las runas eran la quintaesencia de lo no semítico, conviene recordarles que los hechos, que la evidencia sostiene que las runas son, precisamente, semíticas en su origen.
Ya ven, no sólo Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, nació de sangre semítica. También las runas son semíticas. Y es que a lo mejor no andaba San Agustín tan descaminado en La Ciudad de Dios cuando decía que la primera lengua del mundo fue el hebreo, de la cual todas las demás en cierto sentido derivan.
A todos esos apóstatas henchidos de odio (y autodenominados neopaganos), nazis y demás ralea dedicada a sus vacuidades intelectuales (con no pocas páginas de fantasía y pensamiento desiderativo en el internet) les dedicamos este artículo de Guillermo Pérez Galicia.

Rafael Castela Santos


«Un hecho completamente aceptado por los expertos y que por el contrario es poco conocido en ámbitos extraños a los especializados es el origen semítico de las runas germánicas. La evidencia arqueológica no deja lugar a dudas.
En la antigüedad los alfabetos estaban unidos a prácticas mágicas y rituales, cosa nada extraña y que no sólo era exclusiva de los alfabetos, sino que se extendía también a otros ámbitos como por ejemplo el de la música o la danza. Pero dejemos esto y vamos a centrarnos aquí en el origen de las runas.
Las runas tenían también su simbología y su significación mágica, como letras de un alfabeto que eran: el alfabeto rúnico, el más antiguo alfabeto utilizado por una lengua germánica de manera exclusiva. Con el tiempo, y al igual que con otras cosas, los alfabetos se fueron desacralizando y comenzaron a obedecer exclusivamente a la utilidad inmediata de la comunicación escrita en sociedades más desligadas del mito y el ritual.
El alfabeto fenicio fue el primero de los alfabetos (aunque no la primera de las escrituras conocidas, ni mucho menos). Del alfabeto fenicio han derivado los alfabetos que hoy conocemos.
Hacia el siglo X-IX a.C., el alfabeto fenicio va imponiéndose en Grecia con el comercio, al tiempo que hay algunas otras influencias culturales. Esta es la segunda escritura conocida que aparece en la cultura griega (ya antes había existido otra escritura griega pero no alfabética, sino de silabario: el lineal B).
El alfabeto griego derivó del alfabeto fenicio, ajustándose a las necesidades de plasmación del lenguaje oral de manera analógica en lenguaje escrito, con lo que poco a poco irá imponiéndose una cultura escrita en una sociedad eminentemente oral como era la griega, en detrimento de ciertos aspectos como el desarrollo de las estrategias mnemotécnicas.
Posteriormente, surgirá también el alfabeto etrusco, a partir del alfabeto griego. Del alfabeto etrusco será del que surgirá después también el alfabeto latino y otros alfabetos itálicos. Fue el alfabeto latino el que acabaría imponiéndose, siendo hoy día el alfabeto más utilizado. Por ejemplo, el lector está ahora leyendo este texto en alfabeto latino, que como hemos visto tiene origen semítico.
Otro alfabeto que derivaría del fenicio a través del griego sería el alfabeto cirílico, propio del eslavo.
Pero si hemos introducido ya la noción de cómo el fenicio dio origen a los alfabetos europeos, no debemos dejarnos tampoco el origen de otros tipos de escritura, es decir, de la extensión del alfabeto no en sentido occidental, sino también hacia oriente, aunque la evolución siguió un sentido diferente. En efecto, las lenguas indoeuropeas de la India, como el sánscrito, también adoptarían sistemas de escritura de origen semítico, como es el caso por ejemplo del sistema Devanagari, cuyo solo nombre ya hace referencia a ese sentido mistérico y mítico de la escritura.
Por último, hay que mencionar el origen de otros alfabetos semíticos, como el hebreo, el arameo, el samaritano y el árabe, que también derivan del alfabeto fenicio, pero con una evolución en sentido diferente tanto a los sistemas de escritura de la India como a los sistemas de escritura de lenguas europeas.
Y ahora, una vez introducidas esos aspectos que convenía señalar antes de introducirse en profundidad, volvamos al origen de las runas.
La primera inscripción germánica conocida es la que aparece en un yelmo hallado en el sur de Austria no anterior al siglo III a.C. y escrito en alfabeto etrusco. Que aparezca esta primera inscripción germana en alfabeto etrusco ya nos debe hacer sospechar cierta relación del alfabeto rúnico con el etrusco, al confirmar así que el primer sistema de escritura conocido usado por los germanos fue el alfabeto etrusco.
Si examinamos la evolución del alfabeto rúnico, podemos observar su origen en el alfabeto fenicio; la mentada inscripción en alfabeto etrusco nos brinda la pista de que las runas germánicas podrían haber derivado del alfabeto fenicio a través del alfabeto etrusco. Efectivamente, el alfabeto etrusco era el utilizado por las tribus itálicas asentadas en los Alpes, que sabemos que mantuvieron contacto con pueblos germanos. Sin embargo, faltan datos para poder determinar con certeza si fue a través del alfabeto etrusco por donde se produjo la transmisión del alfabeto semítico a los germanos, o si lo hacen a través del alfabeto griego o alguno de los alfabetos itálicos, como el latino. Lo que sí es seguro es su procedencia en el alfabeto fenicio, aunque no podamos determinar a través de qué alfabeto fue. Por lo tanto, el alfabeto rúnico tiene su origen también en el alfabeto fenicio.
Las primeras runas que se han hallado datan del siglo II d.C., y se extienden varios siglos durante la Antigüedad Tardía y la Edad Media. Al igual que en el fenicio, es bien conocido el carácter mistérico y mágico que siempre tuvieron las runas, envolviendo una simbología que hoy ya se puede vislumbrar sólo escasamente.
En 1953 fueron halladas cinco inscripciones cerca de Belén datables en el siglo XII a.C. que mostraron ya cuál era el origen del alfabeto fenicio: el protocananeo. Este alfabeto semítico procede a su vez del alfabeto semita, también conocido como "protosinaítico", que guarda estrecha relación con el alfabeto egipcio. Esto aclara definitivamente que un alfabeto semita como el fenicio tiene su origen en un sistema pictográfico de escritura también semita. En ese sistema primitivo se observa claramente su simbología por su propio carácter pictográfico, analógico con diferentes objetos y animales.
Por lo tanto, queda científicamente demostrado cuál es el origen de Futhark.»

Guillermo-C Pérez Galicia

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